lunes, 19 de mayo de 2014

Herencia


Aprendí de madre a detener las horas. Sentadas frente a la casa escuchábamos hablar a los árboles mientras la tarde se deslizaba calle abajo. Ella entonces sembraba una idea nueva y si brotaba, sonreía mientras plantaba ilusiones que darían fruto cuando yo creciese.

Mi abuela fue quien me enseñó a coser almas rotas. Sus brazos acogían niños de rodillas peladas, jovencitas que aterrizaban cómo pajarillos caídos del nido, o alguna vecina con heridas invisibles. Estas últimas eran tan frágiles que la abuela me mandaba a jugar a la calle, pues cualquier ruido podía romperlas en pedazos.

De mi bisabuela, hija y esposa de pescadores, cuentan que podía hablar con el viento y siempre sabía cuan preñadas se izarían las redes. Yo hace años que abandoné la isla, pero siempre preparo una gran cafetera cuando el garbino anuncia trabajo extra. El lebeche me susurra las historias que escribo y puedo pasar días sin comer ni dormir, hasta que cambia el viento.


Ahora que ha germinado todo lo que mi madre sembró en mí, dibujo estrellas en mi vientre convencida de que serás niña y añadirás al legado otra brizna de esa sabiduría antigua que siempre nos ha acompañado a todas.


Este es mi granito de arena para ENTC.   El tema de este mes es "La isla de las mujeres". 
La ilustración es obra de Emma Jimeno