miércoles, 31 de agosto de 2016

De origen vírico



Los resfriados estivales son mucho peores que los de invierno. El trancazo otoñal, inspira una compasión generalizada: «Ya lo has agarrado» y una lluvia de remedios y tisanas. La gripe, mas tardía, despierta una ola de solidaridad entre familiares y compañeros de trabajo: «Yo ya la he pasado, tómate esto que a mí me fue de fábula». Pero cuando uno se constipa en pleno agosto, los estertores de la tos no provocan la menor simpatía y los estornudos son saludados con medias sonrisas incrédulas: «¿No te habrás resfriado?». No, claro que no, hablo como Darth Vader y llevo un clinex pegado a la nariz por gusto, no te jode. Y tu interlocutor te mira con una mezcla de asco e incredulidad, como si fuera imposible  acatarrarse en verano: con el sudor resbalándote por la espalda, el aire acondicionado en modo frozen y la españolísima costumbre de ponerle hielo a todo: al café, al vino, a la horchata o a la cerveza. Aunque hayan tenido que separar la lata de coca-cola del iceberg del congelador con una escarpia, es igual, le ponen tres cubitos de hielo, por si acaso. Y, si en un alarde de rapidez de reflejos, te abalanzas sobre el vaso y vacías los cubitos en la jardinera, al grito de «no hace falta hielo», te taladran con su mirada laser más desaprobadora, al tiempo que te regañan: «Eso se dice, mujer, y no se lo pongo, que no estamos “pa andar" tirando cubitos y a las plantas no les sienta bien el agua helada, ¿sabe?». No, ni a mí tampoco, y me aguanto, y toso, y estornudo hasta que se me saltan las lágrimas. Y observo como los compañeros me miran de reojo, como pensando que no puede ser, que no seré capaz.de pedirme una baja por un catarro, en agosto. ¡Habrase visto excusa más pobre!
Pues sí, ya lo sabéis: Esta noche me tomo una taza de caldo bien calentito y mañana me quedo en cama. Que un catarro mal curado trae muchas complicaciones y los de verano... son los peores.

Salud.

sábado, 20 de agosto de 2016

Julio del '36




Podía haber ganado el oro, pero no quiso ir a Berlín. Prefirió la dignidad a la gloria y, gracias a eso, nos conocimos. Martha era canadiense. Estaba hecha de aire, sus piernas la impulsaban con fuerza y volaba por encima de la barra como un pájaro. Yo, sin embargo, era agua y nadaba con la naturalidad de un “noi de la Barceloneta”. En el club confiaban en que podría conseguir alguna medalla.
La invité a pasear por la Rambla y la luz se encaprichó de sus ojos azules. La ciudad se exhibía ante nosotros, soleada y libre, ajena a la tormenta que se dibujaba en el horizonte. Por la tarde, mientras ensayábamos para el desfile inaugural, el viento y el mar se agitaron, y el mundo se estremeció con los primeros truenos. Las sirenas de las fábricas alertaron a la población y, tras la grada, nos fundimos hasta convertimos en tierra. No quiso marcharse, se unió a la lucha.

Sólo unos días después, una granada de mortero la proyectó por encima de la barricada y aterrizó desmadejada en la plaza. la vi volar por última vez y me sumergí en un mar de silencio. Martha era aire.

ENTC nos propone participar en los Juegos Olímpicos (a nuestra manera, claro).
Hace ahora 80 años, Barcelona estuvo a punto de celebrar unas Olimpíadas Populares: unos Juegos al margen del poder institucional, en contra del fascismo que se extendía por Europa. Atletas de todo el mundo se inscribieron en esta competición dejando claro su compromiso con la libertad y desafiando al Comité Olímpico. Algunos extendieron su compromiso más allá de los estadios.

martes, 2 de agosto de 2016

Revelación



Hoy me han cerrado la puerta en los morros dos veces: en el tren, pese a los esfuerzos de un  espécimen de gimnasio —cabreadísimo—, que casi consigue abrir una rendija suficiente para ambos; y en el metro, porque no me ha dado la gana de correr más, que ya está bien por hoy. Volver a casa más tarde de lo habitual te enfrenta a escenarios y a personajes distintos:  los que dormitan, los que van enganchados al móvil, y ese individuo que resbala por el vagón, mendigando para un bocadillo, que será su único consuelo antes de rendirse al sueño. Nadie le escucha, ni siquiera levantan la vista, hasta que entre el monótono discurso se cuela una confesión: soy un extraterrestre, dice, y desde que llegué a este planeta nadie me ha tratado con humanidad. La muchacha sentada frente a mí ha dejado a su novio parpadeando mensajes en la pantalla y observa al extranjero con la boca abierta. Tú vendrás conmigo, le dice, y ella ni siquiera intenta apartarse. El extraterrestre es un ser bello al que todos miramos, ahora que nos ha revelado  el destino de nuestro viaje, al final del túnel.

Este micro-viaje ha obtenido el 2ª Premio en la categoría de micro-relatos del XI Concurso de Relatos y Micro-relatos de Viaje Moleskin 2016. La imagen está tomada de la web de Moleskine (Créditos: Sergio Ramazzotti).