sábado, 20 de agosto de 2016

Julio del '36




Podía haber ganado el oro, pero no quiso ir a Berlín. Prefirió la dignidad a la gloria y, gracias a eso, nos conocimos. Martha era canadiense. Estaba hecha de aire, sus piernas la impulsaban con fuerza y volaba por encima de la barra como un pájaro. Yo, sin embargo, era agua y nadaba con la naturalidad de un “noi de la Barceloneta”. En el club confiaban en que podría conseguir alguna medalla.
La invité a pasear por la Rambla y la luz se encaprichó de sus ojos azules. La ciudad se exhibía ante nosotros, soleada y libre, ajena a la tormenta que se dibujaba en el horizonte. Por la tarde, mientras ensayábamos para el desfile inaugural, el viento y el mar se agitaron, y el mundo se estremeció con los primeros truenos. Las sirenas de las fábricas alertaron a la población y, tras la grada, nos fundimos hasta convertimos en tierra. No quiso marcharse, se unió a la lucha.

Sólo unos días después, una granada de mortero la proyectó por encima de la barricada y aterrizó desmadejada en la plaza. la vi volar por última vez y me sumergí en un mar de silencio. Martha era aire.

ENTC nos propone participar en los Juegos Olímpicos (a nuestra manera, claro).
Hace ahora 80 años, Barcelona estuvo a punto de celebrar unas Olimpíadas Populares: unos Juegos al margen del poder institucional, en contra del fascismo que se extendía por Europa. Atletas de todo el mundo se inscribieron en esta competición dejando claro su compromiso con la libertad y desafiando al Comité Olímpico. Algunos extendieron su compromiso más allá de los estadios.

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