Empezaron
por la A (estas cosas siempre se hacen siguiendo un orden). El primer día borraron anarquía, amnistía y alegato.
La medida fue calificada como propia de un régimen autoritario, pero como ese adjetivo también había sido eliminado,
los periodistas se vieron obligados a utilizar metáforas e hipérboles oscuras, y
nadie entendió nada. Después borraron derecho
y democracia, lo cual impidió que se
diera una noticia sobre unas elecciones en algún lugar (nada importante). Pero lo
que más llamó la atención del público fue un titular de la prensa deportiva:
“El delantero del Almeriense sufre una lesión en el tobillo contrario al izquierdo”. Y florecieron
los memes.
Los
diccionarios mostraban grandes islas en blanco en el enclave de las palabras
prohibidas: huelga, Historia… Algunos
profesores se quejaban de la imposibilidad de seguir enseñando sin las palabras
adecuadas. Igualdad, justicia, libertad…
Y ni siquiera la meteorología se libraba de la censura: calentamiento global, y cambio
climático eran expresiones vetadas y, los datos de precipitación se
exageraban para ocultar la sequía
(término también eliminado).
Hoy,
los noticiarios abrieron con un titular ilegible: «El (pueblo indignado) se (manifiesta)
con (pancartas) en blanco». Hay más
huecos que palabras y, sin embargo, todos sabemos que ha llegado el momento.
Los periodistas intentan entrevistar a algún manifestante, acercan un micrófono. Es inútil: nadie puede pronunciar
palabra.
Un
rumor, como de mar agitada, empieza a crecer entre la multitud reunida en las plazas. Impotentes, nos
miramos unos a otros. Hasta que un viejo susurra: «Libertad».
Relato finalista del IV concurso de microrrelatos de Amnistía Internacional Madrid
Tema: Libertad de expresión
#Escribirporderechos
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