Quinientos gramos de harina,
dice vertiéndola sobre la mesa, treinta gramos de levadura fresca, trescientos
mililitros de agua tibia, —y, cuando dice tibia, sumerge la punta del dedo
índice y sonríe—. Los labios se le llenan de una pulpa carnosa, como de mango.
Me esfuerzo en no mirarle la boca y en cerrar la mía. Hace calor aquí, con el
horno encendido. Intento concentrarme en sus manos, que se hunden en la mezcla
de harina y agua, removiendo, apretando y estirando, envolviendo, acariciando. Espolvorea
un poco más de harina sobre la mesa y divide la masa en dos, en cuatro, en seis
bolas. Las hace girar por parejas, una en cada mano, modelándolas a su antojo,
ahora en un sentido, ahora en el contrario. Siento que me estoy mareando.
Entonces me mira directamente a los ojos y pregunta: ¿quieres probar?
En el autobús de vuelta, mi compañero de asiento habla a gritos con la profesora, al otro lado del pasillo. El resto de alumnos ríen y se lanzan proyectiles de pan. No me apetece participar en su guerra —me parece infantil— y me hago la dormida, con la bolsa de panecillos sobre el regazo, todavía caliente.
El tema de esta convocatoria de ENTC: "Pasión y deseo".
Relato seleccionado.
La imagen es un dibujo en acrílico de Mª José Escudero.
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