viernes, 1 de diciembre de 2017

Objetos perdidos



Nada más bajar del taxi supe que había perdido algo. Revisé bolsas y bolsillos, pero no eché nada en falta. Sin embargo, tenía una extraña sensación de orfandad, de ausencia, como si hubiera descubierto un agujero en mi bolsillo e intentara recordar lo que llevaba allí.

No eran las llaves, por lo que pude entrar en mi piso sin dificultad. Tampoco había olvidado las bolsas de la compra, así que me preparé la cena y me senté a devorarla con ansia, pues no había comido nada desde el almuerzo. Encendí la televisión para distraerme de mi obsesión, pero continuaba pasando lista a todas mis pertenencias, intentando detectar cuál de ellas había extraviado. El móvil parecía querer tranquilizarme vibrando sobre la mesa de la cocina: cinco mensajes en dos grupos. Desesperada, volqué el contenido del bolso: cartera, documentación, paquete de pañuelos, protector labial… No faltaba nada.


Más tranquila, me dirigí al dormitorio y me puse el pijama. Al entrar en el lavabo  no noté nada extraño, abrí el grifo y dejé correr el agua. Desde el espejo, con el cepillo de dientes en la mano, mi cuerpo descabezado respondía a todas mis preguntas.

Relato para los #viernescreativos. El único requisito: que aparezca un taxi.

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