Con la bajamar, pasea por la
orilla recogiendo piedras. Parece escoger las más grandes y redondeadas y las
guarda en sendos cubos de plástico, de esos que usan los niños para construir
castillos en la arena. Cuando los tiene llenos, se dirige al muro que bordea la
playa. Las coloca unas contra otras, formando una rocalla de inspiración
gaudiniana entre cuyos huecos ya crecen cactus y otras suculentas que ponen una
nota de color.
El primer turista de la
temporada observa boquiabierto el particular jardín y, sin pensarlo ni pedir
permiso, saca el móvil e inmortaliza la escena. Él se vuelve y le sonríe. Hace
un gesto con la mano, invitándole a acercarse. El otro se aproxima, hinca la
rodilla para tomar una foto desde otra perspectiva. Es entonces cuando el viejo
mira a uno y otro lado, y le golpea con fuerza con una de las piedras. La más
grande. Después arrastra el cuerpo hasta ocultarlo en el hueco que había
preparado y comienza a cubrirlo con la rocalla. Al fin, introduce un plantón de
agave en una grieta y contempla el resultado. Sonríe mientras calcula cuantos
esquejes podrá plantar este año.
Relato para la 2ª convocatoria de ENTC
El tema era "Coleccionistas"
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