viernes, 21 de junio de 2013

Por amor al arte



Decididamente, con gente así da gusto trabajar. Había dicho el Director General mientras me entregaba el reloj.
Siempre acudiendo puntual al trabajo, cumpliendo con las obligaciones y dejándose la piel, por amor al arte.
Todo empezó accidentalmente. Un día, al bajarse del coche, el Director se quedó mirando al grupo que estaba en la puerta, haciendo un cigarrito, y dirigiéndose a mí exclamó: “¡Usted!, suba a mi despacho y acérqueme el maletín. Lo he dejado olvidado encima de la mesa”.
Obediente, cumplí el encargo. Y desde entonces cada día, a las nueve, acudí puntual, para lo que el Director mandase. Y mandaba, claro que mandaba.
Treinta años a su servicio. Y por fin había llegado el día de mi jubilación. El día que descubrirían que no estaba en nómina y sorprendidos todos, jefes y compañeros se preguntarían ¿por qué?
Y yo, simplemente, pasaba por allí.

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