Tras un sueño reparador, despertó en aquella habitación
de estilo nórdico, elegante y funcional; se duchó despacio, consciente de cada
gota de agua que resbalaba por su piel; y se afeitó a navaja, usando primero la
brocha para enjabonar su rostro y deslizando después la cuchilla en un ritual
sagrado. Afeitarse así llevaba tiempo, pero cuando tenía oportunidad no se
negaba ese placer. Cuando se vistió ya silbaba un aria de Turandot.
En el bufete de los desayunos no había nadie —ni siquiera
un camarero—, así que se sirvió él mismo el café y lo tomó sentado al lado de la ventana. Desde
allí se veía la sierra extendiéndose por el horizonte como una mujer tumbada en
el lecho, perezosa; que se sabe observada por su amante.
Pagó y abandonó el hotel. El recepcionista que la
noche anterior le había revelado el número de la única habitación ocupada, ya
había terminado su turno y no era probable que confesara su indiscreción arriesgándose
a perder el empleo. Ya en el aparcamiento no pudo dejar de observar aquel otro
coche, estacionado prudentemente lejos y tuvo que reconocer que su mujer
siempre había tenido un gusto exquisito.
Un nuevo granito de arena para ENTC. El tema de este mes es "...en aquel hotel de carretera".
Imagen de Petra Acero
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