Hubiera querido contaros que
no tuve miedo, que avancé en solitario por el bosque umbrío y me adentré sin
temor en la maleza. Pero no sería cierto. Desde la edad más tierna se nos había
inculcado la prudencia. A través de
cuentos y leyendas nos enseñaron las reglas básicas: no hablar con
extraños, no alejarse nunca del camino, buscar la compañía de otros para
atravesar el bosque y no fiarse nunca, nunca, de las amables indicaciones de
desconocidos. Pudiera parecer un poco exagerado, pero se habían dado casos de criaturas
que aparecían en las lindes del sendero con la carne desgarrada por enormes
dientes.
Así que, cuando decidí ir a casa de la
abuelita, lo hice cagado de miedo, temeroso de
ser asaltado por uno de aquellos fornidos cazadores o, peor aún, por la
temible Caperucita.
Relato para ENTC.
Convocatoria bajo el lema: el hombre solitario es un dios o una bestia.
200 palabras