Reunieron, entre todos,
catorce petardos, medio litro de gasolina —robada de la vespa del padre de Carlitos—,
un metro de mecha y unas cerillas. Construyeron el cohete con latas de conserva,
que soldaron entre sí en clase de pretecnología, y un motor de aeromodelismo adquirido
en los encantes un sábado por la mañana.
El día del lanzamiento, mientras
cuatro voluntarios escenificaban una tangana que mantendría alejados del patio a
los profesores, se inició la cuenta atrás. Algunos la siguieron con la boca abierta,
otros cruzaron los dedos, pero cuando la pólvora prendió, gritaron todos al
unísono “ignición” y siguieron con la
vista el ascenso majestuoso de la nave. Al revuelo inicial, siguió un silencio
ferviente mientras el obús iba ganando altura. Observaron la trayectoria,
ladeando la cabeza en un intento por corregir la leve desviación, contuvieron
el aliento y algunos hasta rezaron para que la aeronave no fallase.
Cuando el cohete alcanzó su
altura máxima y comenzó el inevitable descenso, hubo un alborozo general al
comprobar que había superado con creces la altura requerida y que el aterrizaje
se produciría, sin duda, al otro lado del muro que les separaba del patio de
las niñas. Un universo aún desconocido.
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Relato publicado en ENTC. Convocatoria marzo-abril en homenaje a los vuelos espaciales.
Este relato está fuera de concurso por ser la autora miembro del jurado de esta convocatoria bimestral.
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Después de una cena de ex-alumnos, un compañero se me acercó y me dijo: "¿Por qué no escribes un relato inspirado en nosotros?, els millors del '66"....
El 12 de abril se celebró el día internacional de los vuelos tripulados al espacio.
¿Qué relación existe entre estos dos hechos? Quizás ninguna. O quizás, algunos vuelos espaciales se iniciaron hace cuarenta años en un patio de colegio. La aventura continúa.
Espero que os guste.
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