No son mariposas lo que tengo en el estómago. Cuando abro
la boca, se me escapan destellos dorados y no puedo sonreír sin que parezca que
está amaneciendo. Es poético, sí, pero un gran inconveniente cuando eres
funcionario de prisiones y bebes los vientos por un interno.
Éste es el amargo origen de mi sobrenombre. Llevo años
apretando las mandíbulas, imponiendo disciplina con un silbato, lo que me ha
valido un segundo mote: el urbano.
Yo celebraría sus bromas pero temo que, con la risa, se
me vengan todas las luciérnagas a la boca y consigan la libertad.
Compitiendo en la Segunda Ronda de La Copa ENTC:
1 relato x 100 palabras + (luciérnaga+celebrar+amargo) = 2 historias increíbles.
Podéis leerlas aquí
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