Un día, el azul desapareció. Nos quedamos todos mirando
al cielo, con cara de pasmados. Quietos. Alguien aventuró que se acercaba una
tormenta, pero aquel gris acerado no tenía nada que ver con los nubarrones de
abril. Después se borraron los amarillos y el atardecer perdió su luz. Los
enamorados dejaron de citarse a la hora del crepúsculo y un frío penetrante se
coló entre los pliegues de tu falda.
Al poco, nos faltó el verde y el roble milenario se
convirtió en despojo de nuestra historia. Muy pocos se atrevieron a salir al
campo y los que lo hicieron regresaron cubiertos de cenizas, como si un gran
incendio hubiera devastado el valle. Pero fue cuando nos robaron el rojo que,
incapaces de distinguir la sangre del barro, alzamos nuestras manos crispadas
en puños y gritamos con las gargantas llenas de polvo. A esas alturas, el dolor
asaetaba nuestros ojos y el cielo vomitaba hierro y fuego.
Y muerte.
Sobre un lienzo blanco, Pablo dibuja formas afiladas,
lenguas enhiestas que apuntan al cielo. Pinta cuerpos retorcidos en ángulo
obtuso, animales moribundos, madres que lloran. Y en tus ojos, nublados de tristeza,
el recuerdo de una guerra en blanco y negro.
Este relato fue nominado en el blog ENTC. El lema de la convocatoria bimensual: "Artistas"