martes, 10 de octubre de 2017

Óleo sobre lienzo, 1937




Un día, el azul desapareció. Nos quedamos todos mirando al cielo, con cara de pasmados. Quietos. Alguien aventuró que se acercaba una tormenta, pero aquel gris acerado no tenía nada que ver con los nubarrones de abril. Después se borraron los amarillos y el atardecer perdió su luz. Los enamorados dejaron de citarse a la hora del crepúsculo y un frío penetrante se coló entre los pliegues de tu falda.
Al poco, nos faltó el verde y el roble milenario se convirtió en despojo de nuestra historia. Muy pocos se atrevieron a salir al campo y los que lo hicieron regresaron cubiertos de cenizas, como si un gran incendio hubiera devastado el valle. Pero fue cuando nos robaron el rojo que, incapaces de distinguir la sangre del barro, alzamos nuestras manos crispadas en puños y gritamos con las gargantas llenas de polvo. A esas alturas, el dolor asaetaba nuestros ojos y el cielo vomitaba hierro y fuego.
Y muerte.

Sobre un lienzo blanco, Pablo dibuja formas afiladas, lenguas enhiestas que apuntan al cielo. Pinta cuerpos retorcidos en ángulo obtuso, animales moribundos, madres que lloran. Y en tus ojos, nublados de tristeza, el recuerdo de una guerra en blanco y negro.


Este relato fue nominado en el blog ENTC. El lema de la convocatoria bimensual: "Artistas"


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