jueves, 23 de agosto de 2018

Corsarios de papel




No conocíamos el mar.
Pero cuando el viento inflaba las velas del bajel, levábamos anclas y navegábamos rumbo al horizonte. Si tú gritabas “al abordaje”, yo blandía una espada con alma de cartón, dispuesto a seguirte. Y al final de la tarde, cuando la colada estaba seca, arriábamos la mayor y fondeábamos en la bahía de nuestros sueños.
Los días de lluvia, corríamos por las playas de una isla desierta, enterrando besos como tesoros. Trazábamos el mapa de nuestras pieles con caricias inventadas y jurábamos con sangre no revelar el secreto.
No conocíamos el mar.                                         
Ni sabíamos que existían amores prohibidos.
Hasta que una mañana, el viento sopló del este. Los ingleses subieron a bordo, ebrios de razones. Reían y bebían mientras nos empujaban a caminar por la tabla. Tú te volviste a mirarme. Yo cerré los ojos mientras saltabas. Cuando llegó mi turno, sentí los corales afilados mordiendo mi pierna.
Solo y herido, regresé a tierra arrastrándome. No pude explicar lo ocurrido. Juegos de niños, dijeron. Y tendieron un silencio blanco de sábanas.
Aún no conozco el mar. Pero continuaré izando esa bandera, surcaré sueños en tu nombre y el chasquido de mi pierna gritará: “¡Barco a la vista!”.



Escribiendo en ByN para ENTC. Foto de Cristina García Rodero.

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