Con
la última uva todavía en la boca, me invadió el desconcierto. Mientras los
demás intercambiaban besos y brindis, yo observaba como el tío de la capa y la
rubia televisiva insistían en desearnos un feliz 2014… ¡otra vez! Mi hermano
atribuyó el gazapo a un simple despiste, mi padre opinó que se trataba de una
inocentada tardía, y el abuelo apuntó la posibilidad de que nos hubieran colado
el vídeo del año pasado. Fue mi madre, espíritu práctico y resolutivo, quien decidió
comprobarlo pasando de un canal a otro, pero el Feliz 2014 se repitió de la
Primera a la Sexta. Increíble, alucinante, chocante; enumeraba mi tía (aficionada
a los crucigramas), cómo si se hubiera encallado en una definición: adjetivo, dícese de lo inusual o
sorprendente.
Más
inaudito aún resultó comprobar que nadie más se había percatado del incidente.
Durante los primeros días de aquel segundo 2014, la panadera, el vecino del
cuarto y el cartero insistieron en felicitarnos el año equivocado. Por suerte mi
abuela vio el lado positivo del fenómeno y recomendó guardar los periódicos de
la semana anterior. Conocer los números premiados le ha dado al fin un giro a
nuestras vidas, después de un año.
Última participación del año en ENTC. El tema de este mes era: "...tras las campanadas del año nuevo" y la ilustración de Miguel Angel Cejudo.
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