Enciendo la luz, otra noche de insomnio llama a mi puerta. Descorro el cerrojo, giro la llave y la dejo entrar: este tipo de noches son muy obstinadas y, si se te ocurre hacer como que no estás en casa, son capaces de aporrear la puerta hasta despertar a todo el vecindario. Nos saludamos cordialmente —somos viejos conocidos —, y se acomoda en el sofá, frente a la estufa, tarareando una melodía de Sinatra.
Yo me siento frente al teclado. Cada vez que noche en vela me visita, habla y habla, desgranando historias durante horas. No soy un gran escritor, carezco de imaginación, pero escucho muy bien. Ella habla y yo escucho; acaricio letras, beso tildes y el calor de su voz aterciopelada se abraza mis ingles. Otras veces, noche de insomnio habla con voz áspera y fría mientras yo golpeo sílabas y escupo puntos y comas hasta que, al amanecer, el cuchillo ensangrentado resbala de mis manos.
Con el punto final, noche en blanco me arrulla, me promete no volver jamás y dejarme descansar por fin. Pero yo la retengo, le imploro un cuento para dormir. Un último beso, un cuento más, antes de morir.
Esta es mi participación en ENTC, la última del año. Esta vez, el lema "My way" es un homenaje a Frank Sinatra.
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