Lo que daría
porque fuese ya de día y su dulce voz me susurrase “lavavajillas”, “espumadera”
o “colesterol”, o cualquiera de las palabras que pronuncia a contrarreloj,
todas las noches, antes de zamparse la tortilla francesa y enterrar sus ojos en
el María Moliner. En cambio, a mí solo me dedica monosílabos, nuestras
conversaciones se han convertido en interrogatorios: yo pregunto y él asiente,
o niega. A veces, refuerza el mensaje con un gesto del pulgar y dudo de si me
estará dando un “me gusta”.
Hoy he hecho un
último intento y le he dicho: ”empieza por “a”, interjección empleada como
despedida para alguien a quien nunca más se verá”.
La frase de inicio del REC era sencillamente endiablada, pero es muy difícil resistirse a escribir un despojo.
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