viernes, 27 de febrero de 2015

Machina animata



Tras el aguacero era menester secar las ropas y las almas. Para las primeras usábamos la secadora, pero las almas —mucho más delicadas— encogían y se acobardaban, por lo que hubo que idear otro sistema. El inventor del artilugio— un ingeniero con aspiraciones poéticas— lo había concebido como un azud que extraía el agua de las ánimas y la vertía sobre los campos sedientos.
Todo fue bien al principio y las cosechas se multiplicaron, pero los efectos de la fuerza centrífuga sobre el espíritu no habían sido convenientemente estudiados y, a las pocas vueltas, las almas —mareadas unas y enardecidas de adrenalina el resto— salieron volando con destino incierto, quedando la noria huérfana y los hombres, desnudos.

#viernescreativo nos propone esta semana una colección de cuatro fotos de Victor Habchy. Escoger una y escribir, el caso es escribir. 

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