Siempre temí que se descubriera mi falta de talento, la
ausencia completa de imaginación. Que alguien señalara aquellas frases que le
copié al gran Gabo para mi primer libro; o los personajes, hurtados a Lope, en
la novela que me consagró como escritor. Lector voraz y aficionado a los puzles,
supe encajar las descripciones precisas de Pla y el sentido del humor de Cervantes,
en un argumento sacado de la telenovela de moda.
Cómo no iba a caer rendido a mis pies el mundo entero, si
le daba de comer el mismo rancho que servían en televisión, vestido de etiqueta
y regado con el mejor Rioja. Simpleza callejera y belleza hurtada a los
clásicos olvidados.
Sí, soy un fraude, pero me ha ido tan bien que no voy a
cambiar ahora. Llegada mi senectud, he comenzado a frecuentar los cementerios.
Allí donde me lleva la promoción de mi última obra, visito el camposanto, paseo
por sus jardines y busco las tumbas de los prohombres. Así me nutro de frases
póstumas, me las pruebo, me engalano con ellas y me contemplo en el espejo. En
cuanto encuentre una que me caiga bien...
Mi muerte va a ser un éxito.
Relato para la convocatoria bimestral de ENTC. Lema: escritores o sus personajes
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