Apareció dos días después.
Aún llevaba puesto el vestido: gasa de seda natural, bordado en nácar, piedras
y cristales. El cabello, emplastado por la sangre, le tapaba un ojo. El otro,
abierto e hinchado como una pompa de jabón a punto de explotar, me miraba.
Su madre se me acerca con
pálida angustia. Esto pasa por querer ser lo que uno no es. La gente no quiere
escándalos. Si os hubierais ido a vivir juntos, nadie hubiera dicho nada. Pero
no, tenía que cambiar de nombre, tenía que casarse.
Y apretándome con fuerza la
mano, añade: «Y vestido de blanco».
Superada la PRIMERA RONDA: un relato, 100 palabras, 2 objetos (jabón y vestido de novia).
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