Era un veintidós de diciembre. La cantinela del sorteo
acompañaba nuestros movimientos por la fábrica, pero nadie esperaba que le
tocase, ni siquiera un pellizco. Cuando nos entregaron los paquetes, la
perplejidad se pintó en nuestros rostros y corrimos en busca del viejo Martín,
el único que había visto, alguna vez, uno de aquellos.
Los ojos del viejo brillaban. Antiguamente cuando llegaba
la Navidad — nos explicó —, las empresas obsequiaban a sus empleados con una de
aquellas patas de cuadrúpedo que Martín llamaba jamones. Otras veces, el regalo
era un surtido de viandas y bebidas alcohólicas, conocido con el extraño nombre
de “lote”. Y había también, decía con voz trémula, una cosa llamada “paga
extra”.
En este punto la historia de Martín se había convertido
en un cuento lleno de fantasía y, aunque
por educación nadie se atrevió a contradecirle, poco a poco fuimos retomando
nuestras tareas y lo dejamos allí solo, hablando de “cenas de empresa” y
regalos del “amigo invisible”.
“Se le ha ido la pinza”, murmuraban los más jóvenes entre
risas. Y agarrando cada uno una paletilla,
punteaban un imaginario solo de guitarra.
Mi participación en ENTC para el mes de Diciembre. El tema: "...apareció por Navidad" es un homenaje a Dickens.
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