Se durmió soñando que él también podía volar. Las alas no
tardarían mucho en crecerle, el dolor que sentía en la espalda era señal de que
pronto estaría listo.
Cada noche soñaba que volaba por encima de todos,
esquivando sus manos tendidas hacia él. Cuanto más se alejaba, mejor se sentía.
Así fue como empezó a pasar cada vez más
tiempo en su cama, aislado del mundo con la música latiendo en sus oídos.
Su padre lo despertó gritando, enfurecido al encontrarlo durmiendo
de nuevo. Ángel se acurrucó bajo las sábanas. Un golpe más y las alas brotarían
de su espalda.
Mi participación en REC de la semana pasada (04/12/2013).
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