Hoy es #25N y quiero compartir con vosotros una pequeña colección de microrelatos con un nexo común: la violencia cotidiana, la de cada día, la que soportamos las mujeres sin ni siquiera darnos cuenta. Son cuatro cuentos cortos, con personajes que todos conocemos: Caperucita, Cenicienta, el principe azul,... pero podría haber muchos más, porque la microviolencia está en el día a día
Va por vosotras ;-*
Violencias breves
Encantado
Erase una vez… que el príncipe azul se convirtió en
princesa, y fue así como tornó su característico color por el morado de los
cardenales que adornaban el cuerpo de ella. Dolorido por los golpes y patadas,
que él mismo había propinado a aquel cuerpo apenas unos segundos antes, seguía
llorando y suplicando a Dios que le ayudara.
Ella, por su parte, paralizada con la mano en alto, ante
el horror de la familiar escena y sorprendida por el giro que había dado la
historia, miró de reojo a la bruja, escondida tras las cortinas, y le dijo: “mejor conviértelo en sapo”.
Espejo,
espejito
La reina estaba furiosa; después de lo que llevaba
gastado en salones de belleza, ropa de firma, gimnasios, dietistas, botox,
masajes, manicura, cremas faciales,… Miró con desprecio al espejo mágico y
marcó el teléfono de su cirujano plástico; él lo solucionaría.
La televisión seguía mostrándole imágenes de mujeres
hermosísimas, de muslos flacos y cintura estrecha, con la nariz respingona y
los labios voluptuosos y, naturalmente, con unas buenas peras. Pero ella ya
tenía todo eso y seguía encontrándose vieja y fea. ¿Qué era lo que le pasaba?
¿Por qué aquel condenado espejo no se daba nunca por satisfecho?
Caperucita
El lobo siempre tiene una palabra para ella: ¡guapa!, ¡menudo cuerpo!, ¡que te como! Y
ella, con sus auriculares puestos, subiendo el volumen de la música, más y más,
hasta dolerle el tímpano y ahogar la rabia. Y el lobo se limpia las babas y
vuelve al taller, a decirle al chaval lo que se ha perdido.
Caperucita está harta y hoy, cuando el lobo ha asomado el
hocico, le ha enseñado un dedo y le ha sacado la lengua. ¡Que te quede bien claro, lobo, que yo no tengo miedo a ir sola por el
bosque!
Cenicienta
Que me vaya a fregar, dice. Que me vuelva a la casa, a la
cocina, que es mi lugar. Y lo dice a voz en grito desde la grada, mientras su
hijo baja los ojos avergonzado y saca la falta lo más rápido posible. Y yo lo reflejo todo en el acta, por vigésima vez
esta temporada, pero tampoco hoy pasará nada, no habrá sanción al club. Después de todo –dicen
en la federación –no ha habido violencia.
Pero tranquilas que no podrán conmigo. El domingo que viene, pienso
volver a transformar mi ropa en un traje negro de árbitro, una calabaza en
coche con el que llegar hasta el campo y si me cabrean mucho, sacaré mi varita
mágica en mitad del partido y convertiré a esos machistas en ratones.
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