Los resfriados estivales son mucho peores que los de
invierno. El trancazo otoñal, inspira una compasión generalizada: «Ya lo has
agarrado» y una lluvia de remedios y tisanas. La gripe, mas tardía, despierta
una ola de solidaridad entre familiares y compañeros de trabajo: «Yo ya la he
pasado, tómate esto que a mí me fue de fábula». Pero cuando uno se constipa en
pleno agosto, los estertores de la tos no provocan la menor simpatía y los estornudos
son saludados con medias sonrisas incrédulas: «¿No te habrás resfriado?». No,
claro que no, hablo como Darth Vader
y llevo un clinex pegado a la nariz
por gusto, no te jode. Y tu interlocutor te mira con una mezcla de asco e
incredulidad, como si fuera imposible acatarrarse en verano: con el sudor resbalándote
por la espalda, el aire acondicionado en modo frozen y la españolísima costumbre de ponerle hielo a todo: al café,
al vino, a la horchata o a la cerveza. Aunque hayan tenido que separar la lata
de coca-cola del iceberg del congelador con una escarpia, es igual, le ponen
tres cubitos de hielo, por si acaso. Y, si en un alarde de rapidez de reflejos,
te abalanzas sobre el vaso y vacías los cubitos en la jardinera, al grito de
«no hace falta hielo», te taladran con su mirada laser más desaprobadora, al tiempo que te regañan: «Eso se dice,
mujer, y no se lo pongo, que no estamos “pa andar" tirando cubitos y a las plantas
no les sienta bien el agua helada, ¿sabe?». No, ni a mí tampoco, y me aguanto,
y toso, y estornudo hasta que se me saltan las lágrimas. Y observo como los compañeros
me miran de reojo, como pensando que no puede ser, que no seré capaz.de pedirme
una baja por un catarro, en agosto. ¡Habrase visto excusa más pobre!
Pues sí, ya lo sabéis: Esta noche me tomo una taza de caldo bien
calentito y mañana me quedo en cama. Que un catarro mal curado trae muchas complicaciones
y los de verano... son los peores.
Salud.
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