—Papá, ¿tú no tienes frío? —y le abrochaba el abrigo, —vamos
papá—. Luego, le besaba en la frente y salían juntos del portal. Él la miraba
sin ver y se cogía de su brazo, arrastrando los pies, bajo el sol frío de
invierno.
Se sentaban un ratito en el mismo banco de siempre, el
tercero del paseo. Y veían pasar a los niños que salían del colegio.
—Por ahí viene Julia, —los ojos enmarcados de arrugas adquirían un
brillo acuoso. —¿Le has traído la
merienda?
—Estoy aquí, papá —. La voz se le rompía y él la miraba
confuso.
—¿Y tú quién eres?
Con este relato he participado en REC (20/11/2013).
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