El puñetero ojo de la cerradura me sigue a todas partes.
Espía mi piel en la ducha. Cuenta mis pasos por el pasillo. El maldito cíclope,
oculto, anhela mi cabello enredado en sus dedos. Persigue mi sombra hasta el
dormitorio. Se esconde tras las cortinas.
Después, me arropa mientras promete y entorna la puerta. Por la estrecha rendija, una noche más, me
mira con un solo ojo.
Mi granito de arena para el REC de esta semana. La frase de inicio "El puñetero ojo de la cerradura" parecía marcar un camino demasiado obvio, pero, aún así, fue el que yo elegí.
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