Primero usaste una navaja: grabaste nuestros nombres en
la corteza de un árbol. Fue muy romántico. Después vino el tatuaje: tu nombre, mi
piel. A mis amigas no les pareció bien.
Estaban celosas. Cuando llegó el anillo, ya hacía tiempo que era tuya. Y mi
familia también. Mis padres te adoraban, tan guapo, tan educado.
El mapa de tus marcas fue dibujándose en mí: islas de
lágrimas, océanos de soledad.
Borrarte ha sido mucho más difícil. Para el tatuaje he
necesitado varias sesiones de laser. Pero el anillo, ese círculo perfecto, no
ha cedido hasta que he usado tu navaja.
Por fin es #viernescreativo. Una imagen de Elena Helfretch, mil historias diferentes en El bic naranja
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